He estado muy apurado de tiempo y además
introvertido. Ya veis. Va para cuatro semanas que no escribo en el blog.
Disculpadme.
Esta semana estoy de retiro en el
monasterio de Santa María de El Paular, Rascafría (Madrid).
Ya lo conocía, pero hace... 33 años. En
aquel entonces y golpeado muy fuertemente por cosas de la vida me vine a
refugiar y a suplicar al Señor en este monasterio. Creo que la elección fue que
estaba cerca de Madrid. Era la primera vez que me hospedaba en un monasterio
benedictino.
Fue una experiencia religiosa que dejó en
mi una huella profunda, hasta el punto que desde entonces casi todos los años
he vivido unos días de retiro en un monasterio. Desde luego, todos desde el
2001 hasta el presente.
Aquí han mejorado las cosas. Obras
actuales y recientes han conservado y restaurado un monasterio de final del
siglo XIV (1390-1492), en el primer renacimiento como se puede ver en el
claustro y la iglesia.
Vicente Carducho fue un pintor barroco italiano-español
a caballo del siglo XVI y XVII. Pintor de la corte de Felipe IV, amigo de Lope
de Vega y enemigo de Velázquez al que sacaba 23 años. Es uno de esos pintores
geniales españoles desconocidos ante la luminaria de Velázquez y Murillo, por
ejemplo.
El abad de aquel tiempo le encargó nada
menos que pinturas murales para el claustro nuevo. Cincuenta seis pinturas,
contando la vida de san Bruno y los actos heroicos de los monjes justo hasta el
siglo XVI. Os diré que fue fundado para los cartujos, ayudados por Juan I de
Castilla y ahora lo viven los benedictinos desde 1954.
Lo primero que llama la atención es que
son lienzos con estilo mural al fresco que fue la primera idea. Carducho se
animó a hacer una tremenda obra y enmarcarla en el sitio pedido entre yeserías.
Son enormes lienzos que cubren cada uno de los arcos del muro del claustro mayor.
De las 56 faltan cuatro. Dos menores con los escudos de Juan I e Isabel la
Católica y dos más grandes que desaparecieron en nuestra guerra civil.
Os doy una estadística para que os
asombréis. El trabajo lo hizo en seis años. Lo que significa que en cuatro
meses tenía hechos tres lienzos. No sirve de mucho la estadística ya que hizo
unos bocetos muy detallados de la colección completa que ahora se encuentran El
Louvre... Todo en seis años. Y colocarlos, claro.
En la Desamortización
(1835) fueron arrancados de su lugar y distribuidos por varios museos de
España. Pero, los benedictinos hace unos treinta años los fueron recuperando y
actualmente están protegidos por el Museo del Prado q ue hizo una restauración magnífica de todos ellos. Os digo. Vale
la pena venir a contemplarlos.
Y.. detrás de la apariencia está el alma.
No estarían los 52 lienzos-murales del genial Carducho tan bien cuidados y en
su sitio, si no estuviera la comunidad de monjes. La liturgia austera, los continuos
huéspedes que vienen unos días a rezar, como yo. La comida excelente, la
limpieza, orden y estética... Es suficiente para volver a valorar en la Iglesia
del Señor los monasterios de monjes y monjas.
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