Es uno de mis hermanos de la Iglesia de Pulgar. Es
un muchacho joven entre 35 y 40 años, enfermo mental, inteligente y de buena
memoria.
Ha habido varas ocasiones que he pensado en
contaros quien es él, pero el pudor de hablar sobre su persona me lo ha
impedido. Hoy creo que puedo contaros algo que os ayudará a vosotros también.
Viene todos los días a misa y se sabe las
canciones. Comulga al Señor. Me aprecia tanto que dice que soy un tío suyo. El
trato con él debe ser muy delicado y respetuoso, muy equilibrado. Esa es una de
las enseñanzas de Óscar, nos pide-exige, un trato equilibrado. Si exageramos,
si mezclamos sentimientos, si hablamos con indirectas, él lo advierte
perfectamente y no le gusta. Esta es una lección que él nos enseña.
Su conversación, es muy buen conversador, gira alrededor de sus proyectos
y deseos. Pero, es que no le dejamos otra cosa. No sabe de fútbol, no sabe de
pareja, no sabe de familia, no sabe de trabajo (le gustaría poner un negocio)...
¿Qué le queda?
Porque Óscar como cualquier ser humano tiene necesidad
de comunicarse, de contar sus cosas (otra cosa que no puede porque le duele, es
hablar de sí mismo), y recibir lo que el otro le diga, positivo, indiferente o
negativo. Como cualquiera.
Conmigo tiene un tema siempre abierto: lo
religioso. Al principio de conocernos, un día me comentó que él le pedía a Dios
que resucitara ¡YA! a su abuelo ¿Es que Dios no le atendía? ¿Por qué? Y es que
para Óscar Dios lo puede todo y no entiende que no le haga caso.
Hace unos días en el pasillo de la Iglesia me dijo:
Yo lo que quiero es que ese señor (señalaba
la imagen del Corazón de Jesús a quien tiene mucho aprecio) cuando muera, me
traiga otra vez a la vida.
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