domingo, 18 de noviembre de 2012

255. ORACIÓN



Hay un salmo precioso que rezamos, mejor, que el Señor reza en nosotros. El sábado por la mañana me acerqué cansado y sensible a la oración. El Señor me abrió la puerta de la luz en el salmo 130.

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Me salió de las entrañas la traducción del salmo según mi situación:

Señor, no encuentro tus brazos
donde acallar y moderar mis deseos
por eso pretendo grandezas
que superan mi capacidad
por eso mis ojos son altaneros
y mi corazón ambicioso
que me desvive,
me enroca
y sofoca.

A partir de ahí, el Señor estos días me has dado claridad en la oración y conciencia.
He seguido persiguiendo esa palabra: ¿Dónde están esos brazos de madre? He vuelto a poner delante del Señor las experiencias originantes en relación con mi padre y mi madre.

Hoy he escrito estos pensamientos y oraciones: La oración no es un encuentro sino una búsqueda cada día. Jesús está más allá de mis deseos.

Los brazos de Madre que me acurrucan son mucho más grandes y fuertes que mi pequeño espíritu.
Tú, Dios, tienes la llave de mis oscuridades. Abres la puerta y acurrucado y vigilante está mi temor.

Lo que no saboreamos en el momento presente se convierte, justamente, en una promesa y el perfume de aquella fiesta que viene, llega hasta este mismo momento.

En el libro de la Sabiduría encontré el acomodo de estas oraciones:

La sabiduría se muestra a los que la desean
El ansia por conocer es amor;
el amor guarda los mandatos;
la custodia de los mandamientos
    es garantía de incorruptibilidad;
la incorruptibilidad acerca a Dios;
por eso el deseo de la sabiduría conduce al reino (Sb 6, 16-20)

Pero este momento de vida en el Espíritu concluyó una noche de lo más inesperado. Estaba rezando el responsorio de Completas y diciendo: A tus manos encomiendo mi espíritu. Y el Señor me dijo: aquí tienes mis brazos.

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