Hoy os quiero hablar de la oración a propósito de san Juan de Ávila. Mirad qué texto tan hermoso en castellano del siglo XVII.
Espanto pone, hermanos, ver el cuidado que toda la Santísima Trinidad tiene y el amor tan grande con que anda tras el hombre. ¡Quién le preguntase!: “¿Qué viste, Señor, en este hombre que tanto lo amáis, que parece que andáis muerto por él de amores?” Si viésemos a un gusanillo, a un hombrecillo de nosotros de andar tan solícito y tan enamorado de la Santísima Trinidad como ella anda tras el hombre, nos espantaríamos, por cierto, de tal cosa. “¿Qué es esto que viste en el hombre, que tan bien os ha parecido? ¿Qué interés se os sigue de amar al hombre? ¿Es porque es sabio? ¿Porque es bueno? ¿Porque es rico?” Todo eso le falta. “¿Qué es esto andáis muerto de amores de los hombres? ¿Por qué Señor, queréis morar en los hombres?” Yo os lo diré: porque moraba Dios en el hombre, y, dejando Dios de morar en él, quedó perdido; por eso, por restaurar la pérdida del Hombre donde moraba, quiere morar en el hombre.
A veces en la oración me había hecho esa misma pregunta: ¿Qué sacas, Señor, en venir a mi corazón, en desear habitar en mi pobre vida? Y se lo preguntaba porque estoy consciente de mis límites, de mis malicias, de las deficiencias, de las raíces de mi actuar que se esconden en la oscura culpa, en el oscuro miedo, en el oscuro enojo e irritación.
No había conseguido satisfacer esta respuesta de una manera tan clara como la pone san Juan de Ávila. Sólo había sabido algo verdadero: POR AMOR.
Sin embargo, ese restaurar la pérdida de morar en el ser humano, me sugiere una conversación gozosa con el Señor.
Vosotros, mi querida gente preguntradle que Él siempre responde no en la lógica de nuestro tiempo sino en la lógica de su tiempo que se cuela por las grietas del nuestro.
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