domingo, 25 de marzo de 2012

229. ANIMALES DE COMPAÑÍA





No tengo animales domésticos. Ahora os cuento. Pero sí tengo animales de compañía. Veréis.

Las primeras, allá cuando amanece, son las tórtolas. Hay dos que cantan muy entonado y casi a dúo. Son los cantos que despiertan a los demás animalitos. A mí muchos días.

Por debajo del flauterio de las tórtolas, el zureo de las palomas. Hay muchas en la torre parroquial y su canto es como un murmullo que acompaña el solo de las tórtolas con gran armonía.

Luego, los gorriones y algunos jilgueros, vienen en grupo. Pían, gritan y, sobre todo, son tan inquietos como Marcos (uno de los niños de primera comunión). Su cántico es aparentemente caótico, aunque cuando hay tiempo para contemplar hacen un coro singular.

Durante la mañana vienen algunas grajillas, pluma negra azulada y pico amarillo. Se colocan debajo de la tórtola y por encima de los gorriones, cuando ven algo que les gusta espantan al personal y se lanzan sin miramientos. Son muy desconfiadas (apenas se deja ver que no me caen simpáticas).

Aparecen en estas fechas algunas mariposas blancas entre las matas de malvas. Muy nerviosillas, casi no se posan y van de hoja en hoja haciendo su tremendo maratón de cinco metros.

Las cigüeñas están en el nido de la torre. Ya está la pareja formal y pican ajo (¡tas, tas, tas, tas!) frecuentemente. En realidad son los últimos sonidos del día, a veces entrada la noche.

Por el día aparece una gata blanca con el rabo negro. Está preñada y maúlla muy lastimera. Le gusta jugar-cazar a los ratones y caza los pichones que se caen del nido.



Así que ya os digo que hay familias de ratones en las cercanías, en el patio. Ahora con el calorcito empiezan a aparecer. El otro día, en la iglesia, durante la misa mis hermanas mayores dieron un grito sofocado: había aparecido un ratón, apenas una pelotita de lana marrón que corría asustado.

Dentro de la casa, los insectos más pequeños son los más confiados. Cuento con arañas, pequeñas cucarachas y alguna mosca.

Todos esos animales, no son míos. Ni los quiero domesticar. En su libertad y por la variedad armoniosa de la creación son la compañía diaria del cura. Y mucho que se lo agradezco.

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