domingo, 1 de abril de 2012

230. RAMOS




Hoy comenzamos con mucha alegría, sencillez y unidad, las fiestas de Semana Santa. Lo que más me ha alegrado es ver a mis muchachos/as de catequesis de Confirmación presentes en una celebración que ha durado la hora y cuarto.

Los muchachitos/as de comunión se han portado bien, aunque cuando llevaban media hora ya preguntaban su, FALTA MUCHO, como en los viajes, vamos.

Pero quiero contaros dos anécdotas.

El viernes pasado, aquí se celebra la Virgen de los Dolores, colocamos las imágenes de la Semana Santa que luego van a salir en las procesiones, en el templo parroquial. Nuestra parroquia es pequeña y pobre y tiene cinco imágenes: La señera, el emblema, es la imagen de la Virgen de la Soledad. Es una imagen alta, vestida con manto negro bordado en oro, delgada, con una corona en forma de peineta de plata y el corazón con las siete espadas en el pecho. La cara triste y pálida, lleva las manos juntas con un pañuelo precioso, bordado a bolillo.

Luego, el Cristo Yacente. Este año las hermanas de la Cofradía de la Soledad, han tenido el buen acuerdo de sacar la imagen del sepulcro y mostrarlo sobre una tarima vestida para la contemplación de este Cristo en el sepulcro.

Además, el Nazareno. Talla de madera, de tamaño natural con una cruz larguísima al hombro. Es portada por los capuchones.

También, el Crucificado. Esta imagen no ha salido en procesión desde hace muchos años. Y estoy muy contento porque la van a sacar los jóvenes de Confirmación, ellos y ellas. El martes ensayamos. Ha habido que limpiar y restaurar la pintura en muchos lugares. Lola, colaboradora de la parroquia es artista de restauración y ha dejado algunas imágenes preciosas. Ayudando a la devoción del pueblo.

Por último, la imagen del resucitado. Una imagen más pequeña pero elevándose desde el sepulcro. Muy hermosa y también restaurada. Sale el domingo de Pascua en la procesión del Encuentro.

Bueno. La primera anécdota es de uno de los niños que hizo la primera Comunión el año pasado. Vino a la iglesia con su padre y le mostré las imágenes. Delante del Crucificado le pregunté que le parecía y me dijo: No me gusta. Le pregunté el por qué y me dijo: No me gusta ver sangre... Sí nos hemos acostumbrado a las imágenes sangrantes de la Pasión, pero los ojos limpios de un niño nos dicen que esas imágenes son tremendas y causan una impresión tremenda en ellos. Quizá esa impresión debería ser recibida en nuestros corazones por lo que representan.

La segunda es ésta. Un muchacho, alrededor de los quince años, discapacitado, aunque camina con ayuda y habla un poco a tropezones, se acercó en la misa cuando salía para la procesión y me regaló su ramo, el que su madre le había dado. Un ramo de oliva frondoso, enorme, ¡qué buen regalo!

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