domingo, 19 de febrero de 2012

225. ELENA LUBIENSKA DE LENVAL

Elena, de padres polacos, nació y murió en Bruselas entre 1895 y 1972. Es por tanto, una mujer del siglo XX con todas las consecuencias.

Y, ¿por qué os hablo de E. Lubienska? Esta semana que termina la he pasado casi toda en las instalaciones de la Conferencia Episcopal Española en Madrid con motivo de las JORNADAS ANUALES DE CATEQUESIS.

Allí nos han hablado en tres formatos diferentes: ponencias; comunicaciones; experiencias. La última de las tres ponencias la tuvo D. Álvaro Ginel, sacerdote salesiano y director de la revista CATEQUISTAS. Fue una maravilla y aunque él no conozca este blog, tengo que decir que su disertación clara y clarividente, desde su experiencia y apuntando a los retos que tenemos entre manos, su palabra metafórica y su sencillez me causaron impacto.

De las muchas cosas que aprendí de él está la presentación brevísima de una persona al hilo de la charla ELENA LUBIENSKA DE LENVAL.

Esta mujer fue una excelente pedagoga seguidora de María Montessori y colaboradora del jesuita y gran pedagogo Pierre Faure.

Pero Elena fue una verdadera catequista que iluminó aquel mundo suyo y sigue iluminando éste que vivimos. Os voy a copiar unos párrafos de sus escritos hablando del descubrimiento de Dios que va haciendo el niño pequeño ayudado por sus padres.

Para lograr el sentido de Dios que pretendemos dar al niño tenemos que tener en cuenta algunas dificultades reales:


El niño está descubriendo al mundo que le rodea: sensible, visible, concreto, tangible. La educación en un jardín de niños acentúa el aspecto sensorial, esto es normal. El niño de cualquier edad, no puede dudar de la existencia de una mesa que toca y ve, no duda del cariño de su madre que lo palpa, de manera sensible vive de él. Jugará con sus amigos, de los que tampoco puede dudar como de unos seres reales que tienen cierta intervención en su vida.
Y al mismo tiempo hay que ponerle en contacto personal con un Dios al que no oye, ni ve; no toca, ni siente y, sin embargo, no sólo no es menos real sino que está dando el ser todas las realidades que va descubriendo por los sentidos. El peligro está en que Dios sea captado por el niño como un fantasma entre todas las realidades si no aparece como Aquél por quien son todas las cosas.

¿Qué os parece? ¡Una maravilla! Hasta la próxima semana, un abrazo.

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