domingo, 3 de abril de 2011

187. MURIÓ EL TÍO JUSTO



La mañana fue diáfana, cielo sin nubes y luz transparente. El embalse de Valdecañas, hasta arriba, el verde de las riberas sin arenas, sin tierras, bebiendo el agua azul. La jara comenzó a florear y la avena y la cebada estaban tan altas que pareciera que tienen prisa por granar. Al bajar en Bohonal de Ibor el perfume mezclado del campo disipaba los fríos y los miedos.


Miguel es el párroco de Peraleda de san Román. Tan cura es del pueblo que ha comprado casa para cuando se jubile y también sepultura. Este año cumple 71. Allí ha cuidado de su padre largos años. El tío Justo era el padre de Miguel.


El abuelo Justo este año cumplía 98 años, era de la quinta de mi madre que murió con noventa. Me imagino la profunda fe de este hombre que renunció al hijo mayor para que fuera cura.


Siendo joven, Miguel tendría 18 ó veinte años, murió su madre de una depresión tremenda. El tío Justo siguió adelante con esa terquedad de los que están llamados a vivir hasta la eternidad. Su hija, hermana de Miguel, discapacitada, siempre junto a su padre.


Miguel convivió con ellos todos esos años. Cuidó de ellos y se acompañaron. Hace unos años murió la hermana. Hoy en la acción de gracias de la Misa decía que el día de san José, el día del padre, su padre recibió la Unción y él mismo le dio la Comunión y que ahora, después de su muerte, ya le pertenecía a Dios de quien había salido.


Y todo eso en la vida del sacerdote, sin ningún problema para llevar adelante la parroquia, los pobres y vagabundos, las reconstrucciones de los templos. Las familias amigas de muchos sitios... Hoy Miguel está en medio de su pueblo y de las familias que lo cuidan con cariño de padres en esa pequeña parroquia del noreste de Cáceres.

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