domingo, 10 de marzo de 2013

266. GESTOS QUE SANAN


METRO

Con alguna frecuencia voy a Madrid. El medio de transporte más eficaz en mi caso, es el metro. Cuando entras o sales por las puertas abatibles que dan a las escaleras de salida la mayoría de la gente espera al que sigue para entregársela semiabierta. A veces se intercambia un, ¡Gracias! otras veces, muchas, sin palabras.

El otro día fue algo distinto. Sostuve la puerta hasta que la siguiente persona llegara. Nada, dos segundos. Era una muchacha joven alrededor de los 18 años, quizá más joven. Al dejarle la puerta me mandó una sonrisa preciosa. Ni una palabra, ¿para qué? ¡Que manera de agradecer!

PAREJA

Estaba comiendo en un restaurante que dedica el 0,7 % de sus ingresos a la educación en el mundo pobre. Frente a mi mesa la de una pareja más o menos de mi edad. El caballero pidió mousse de limón y ella un café. A media taza del mousse la dama se atrevió con la cucharilla de café a entrar en juego y paladeó una pizca de aquel postre. Cuando estaba terminando el caballero, al pedírselo aquella mujer, le entregó el cuenco y ella, lo rebañó con fruición. Pero todo esto que os cuento, a lo normal, sin ningún aspaviento o trompetería ¿Cuántas veces lo habrán hecho en su vida? ¡Qué maravilla!

GRAFITTI

En uno de esos inmensos cartelones de la publicidad del metro alguien escribió con tinta azul oscura ¿LA LLUVIA ES GRATIS?

Estos gestos no son el ungüento amarillo (para mis amigos de latinoamérica les diré que había una frase hecha hace muchos años por estas tierras: Eso lo cura todo como el ungüento amarillo). No lo curan todo. No lo explican todo. No lo iluminan todo. Pero dejan el corazón esponjado.

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