Andaba Dios Padre dándole vueltas a la cabeza. No sabía qué hacer ante los despropósitos del género humano. Estaba claro que otro diluvio no iba a mejorar las cosas, además había prometido no más diluvios como aquel.
Los profetas... Había enviado a los mejores, se acordaba de Jeremías, el amigo fiel; de Isaías, el amigo disponible; de Ezequiel, el de las muchas visiones; de Daniel, el de la esperanza en el destierro. Pero, nada... Nada de nada. ¡Qué gente de cabeza dura, corazón de piedra y pies torcidos!
Los reyes, para qué hablar, de la larga saga de reyes de Israel, acaso tres o cuatro se salvaban: David, Salomón, Ezequías... ¿Y los sacerdotes? No podía confiar en ellos para encauzar y mejorar aquellas gentes: su pueblo escogido.
En tal estado de tristeza lo vio san Miguel, el príncipe de las miríadas angélicas, que se acercó y doblando la rodilla le dijo: Señor Dios, ¿No será el momento de cumplir la promesa del Mesías? No sé, no sé, respondió el Padre.
El Hijo primogénito engendrado antes de los tiempos, Luz y Luz, le dijo: Padre bueno, los humanos son muy buena gente, si quieres voy y les hablo, seguro, seguro que me hacen caso. Sí tu mandas a tu único Hijo ¿cómo no van a comprender cuánto los quieres?
El Señor Dios se puso serio, miró al hijo de su amor y le habló: Hijo, mío, no sabes bien con quien te vas a jugar los cuartos. Son duros de cabeza, tienen el corazón de piedra y los pies torcidos. No te harán caso.
El Hijo, le hizo un guiño al Espíritu y le dijo al Padre Bueno: Te propongo una cosa, voy a preparar un proyecto de salvación universal en colaboración con el Espíritu Santo y te lo presentamos. Si te parece bien lo cumpliremos.
Bueno, bueno, dijo el Dios Padre, pero que conste que lo tenéis difícil.
El Hijo y el Espíritu se pusieron manos a la obra. El Espíritu era el que tenía más información porque está todo en todos. Así que abrió la agenda y buscó con quien podían contar:
- Pequeño grupo de pobres, gente sencilla, resto de Israel;
- María y José; los abuelos Ana y Joaquín;
- El abuelo Jacob y los pastores de Belén, pueblo de la PAZ;
- Los Magos astrónomos;
- Ana y Simeón los ancianos del templo,
A ver quien más. Siguió trabajando a la agenda que era muy completa. Anotaba nombres:
- Zacarías e Isabel, y seguía, a ver, a ver.
Una vez que puso todos los que podía, empezó a anotar: Estamos en la plenitud de los tiempos; El César de Roma mantiene el imperio en paz; Hay una única lengua que todos conocen. Cada país es respetado en sus tradiciones. Bien, bien esto va bien.
Una vez todo hablado entre el Hijo y el Espíritu se fueron de reunión con el Padre. Los tres arcángeles se pusieron de rodillas a sus pies por si necesitaban algo:
- Miguel el príncipe,
- Gabriel el de las buenas noticias
- Rafael, el de los caminos.
Comenzó el Hijo: Querido Padre Dios una vez que ya has leído el proyecto vamos a los detalles. Primero voy a hacerme hombre y nacer de una mamá. ¿CÓOOOMO? resonó en el cielo.
El Hijo prosiguió: La mamá será María, hija de Israel joven de Nazaret, virgen y desposada con José, tal llena de gracia por ti. ¡AH, BUENO! Dijo Dios. El Espíritu Santo va a cubrir con su sombra y fecundar con el poder de su amor las entrañas de María, que será Virgen Madre como lo anunció el profeta Isaías. José, el carpintero, de la tribu de David será el padre legal. Es más bueno que el pan y es noble y justo. A nadie engaña y a nadie mentirá. ¡AH, BUENO! Dijo Dios.
Pero hay que preparar el camino y se nos ha ocurrido que de forma milagrosa Isabel va a concebir de Zacarías un hijo que se llamará Juan, que será el último profeta para preparar un grupo de gente buena que me reciba.
Necesitamos la ayuda de Miguel para que tenga entretenido al demonio y nos dé una tregua en Navidad para todas estas cosas. Necesitamos a Gabriel para que lleve estas buenas noticias a Zacarías para que sepa que van a tener un niño. A Gabriel para que anuncie a María la Buena Noticia y reciba de ella el sí de la mujer más guapa del mundo. También para que vaya a José y le anuncie que será el padre legal y el le ha de poner el nombre al Hijo que se va a llamar Jesús: Ya sabes el nombre dice la misión a desempeñar: DIOS SALVA.
Necesitamos de Rafael para que acompañe a María a la montaña a casa de Zacarías, ida y vuelta a Nazaret. A la Sagrada Familia a Belén, a Jerusalén y a Egipto ida y vuelta.
Oye, me va gustando este proyecto, dijo Dios. Y se puso en marcha el proyecto de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que les dolía como los hombres y mujeres de un mundo tan hermoso andaban perdidos, extraviados y desahuciados como ovejas sin pastor.
Faltaban algunos detalles: la estrella, las lucecitas de Belén, el buey y la mula, la nieve y la cuna.
El Hijo estaba nervioso de ilusión y de alegría. Primero naceré como ellos, decía, me haré como ellos en las alegrías y en las penas, en los trabajos y las fiestas, en la salud y la enfermedad. Y después les daré mi mensaje que es la solución para este mundo tan maravilloso: AMAOS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO.
El arcángel Gabriel estaba a toda prisa haciendo gimnasia con las alas porque le tocaba una etapa de muchos viajes. Rafael, sin embargo, era de caminar, no de volar y estaba con las deportivas poniéndolas a punto.
Los coros angélicos ensayaban una canción que había compuesto el Espíritu Santo para la noche de Navidad: GLORIA A DIOS EN LOS CIELOS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR.
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