Esta
semana tenía varios comentarios para compartir: las bodas de plata de tres
sacerdotes amigos; las bodas de oro un matrimonio fenomenal de la parroquia; el
salmo 84 y la sinfonía de Beethoven. Me he inclinado por la música.
La
cosa es que el lunes había quedado con la Hna. Encarna en Madrid para comer y hablar
un buen rato. Ella está en Colombia, en Bogotá y viene cada dos años. Nos
conocimos en Venezuela porque ella estuvo allí un porrón de años y nos hicimos
buenos amigos.
Os diré
que Encarna fue a Venezuela, monja jovencita a los 18 años, con un buen grupo
de compañeras. En aquellos años no había viajes en avión así que fueron en
barco mercante que era lO normal. Toda una aventura el mismo viaje.
La
hermana Encarna tiene 72 años así que si hacen la resta verán que su vida ha
sido una entrega generosa a aquellas gentes a las que quiere un puyero. Con deciros que además del
pasaporte español tiene pasaporte venezolano, ya queda todo dicho.
Bueno el
caso es que puse la radio clásica en el coche y... ¡maravilla! acababa de
empezar la transmisión de la 9ª sinfonía de Beethoven en la versión de Karajan.
¡Cómo gocé! Hasta el punto que me levanto estos días cantando músicas de la novena.
El
resumen de todo es que la música de Beethoven es vital. Lo mires como lo mires.
Ese es mi mensaje. Escuchar a Beethoven y en concreto la novena sinfonía es
involucrarse en el torrente vital más intenso y armónico que yo conozco.
Pero
os contaré algunas anécdotas vividas alrededor de esta sinfonía.
La primera,
es de cuando era seminarista. Aquel curso 1966-67 estábamos en Majadahonda,
Madrid (2º de filosofía). Y en el año 67 se inauguró el Teatro Real como sala de
conciertos (he asistido a algunos conciertos memorables que os contaré algún día).
El director general, D. Estanislao Calvo Ariño, un hombre culto, fue al estreno.
Compró un magnetofón de aquellos de cinta grande con varias bandas y desde el
palco en el que estaba con otros compañeros grabó el concierto de este día de
estreno que fue la novena sinfonía de D. Luis van Beethoven. Cómo gozamos el
grupo de estudiantes cuando nos regaló cinta y magnetofón. Recuerdo que la escuché varias veces.
La segunda,
es siendo sacerdote. En una ocasión fui a una parroquia y el pequeño coro de
guitarras era un lugar de encuentro con jóvenes, más mujeres que hombres. Un día, les pedí que
cantarán el Himno a la Alegría de Beethoven. No sabían bien qué era. Cuando les
dije que lo había cantado Miguel Ríos se negaron a cantarlo de plano porque Miguel
Ríos es homosexual. La verdad es que me quedé de una pieza. Claro que estas
cosas de las parroquias rurales tienen su contrapunto. Ahora en Pulgar el reloj
del ayuntamiento toca el himno a la Alegría a las 9, a las 12 y a las 6 de la tarde.
No creo que para nadie sea una tortura.
La tercera,
son unas declaraciones recientes de Daniel Barenboin. Dice este director
apasionado (está montando con la orquesta de israelíes y palestinos la novena
sinfonía del genio) que la música de Beethoven es una filosofía porque trata todo lo
esencial: drama, lírica, épica... Dice una frase muy característica: Si hay una cosa que no es la música de Beethoven
es... superficial.
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