Se
trata del genial pintor que vivió a caballo entre el renacimiento y el barroco.
He estado en la exposición del museo del Prado de los cuadros que pintó los últimos diez años de su
vida, ¡Qué maravilla! ¿Cómo este hombre ha sabido asumir e
integrar en una mirada singular lo aprendido con Miguel Ángel, Leonardo da
Vinci y Peruggino, su maestro?
Os
contaré que lo que me ha hecho sensación es el rostro de la Virgen María que pintó
como Madre de Jesús muchas, muchísimas veces en variadas interpretaciones de la
Sagrada Familia. En el catálogo cuenta en una carta que para llegar a la belleza de la mujer, habría que buscar varias con
sublime belleza y eso es un esfuerzo imposible. He llegado a ver la belleza
femenina en un modelo ideal que yo mismo elaboro y lo plasmo como mejor sé.
El rostro
de la Virgen que pintó Rafael es casi siempre con los párpados bajos. Tiene los
ojos abiertos pero no se le ven. Es mirada interior que capta el exterior con más
nitidez y hondura. Esos ojos en meditación, en contemplación son una dimensión
de la belleza tan sublime que sólo hay que pararse ante estas Madonnas de Rafael
para comprender lo que os digo.
El
contraste está en sus discípulos. Dos de ellos. Sobre todo Giulio Romano siguió
pintando al estilo de Rafael, pero no es tan genial. Primero porque abre los
ojos de la Virgen María y los pone en contacto con el espectador sin hacerle
mella. Hay más mirada y visión en los ojos semicerrados de la Madonna de Rafael
que en los ojos abiertos de G. Romano.
En
segundo lugar, Rafael elimina los escenarios, excepto en las ocasiones que no
tiene más remedio: o bien, por lo que se esperaba de él; o bien porque la
arquitectura formaba parte de la obra (él mismo es arquitecto). Rafael utiliza
algunos lienzos en diagonal que le dan un dinamismo a los cuadros excepcional como en La Virgen del pez. Utiliza claroscuros sobre la gama del color que emplea.
Pasarían
dos o tres siglos hasta que la mirada del espectador se encontró con Rafael y
se comenzó a valorar su obra genial. La pintura de Miguel Ángel influyó mucho
en esto. Los perfiles como rayos frente a los sfumatti de Rafael. O el
dramatismo y musculismo (como efecto del drama) frente a la piel serena (sin
estridencias) y los colores pastel.
La
exposición y algunos cuadros en los que se repite el rostro de la Madonna me
han hecho comprender un poco más sobre qué es eso de la contemplación.
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