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Quizá les pueda parecer que unir cosas tan diferentes sobrepasa la lógica de una persona bien organizada. Sin embargo, ¡no se lo crean!
El domingo celebramos en su pueblo natal, Oropesa, los 25 años de sacerdocio de Martín, mi buen compañero, párroco de Navalcán y Parrillas. Al final de la misa salió una señora al atril y leyó un breve párrafo (¡qué pena que fuera tan breve!). Contó lo siguiente:
Fuimos juntos a la escuela y según hemos ido creciendo la vida nos ha puesto en lugares diferentes. Pero cuando hablábamos de lo que quería ser cada uno, unos y otros decíamos nuestras preferencias. El asunto es que cuando le preguntaban a Martín qué quería ser, él decía: ¡No sé! Y todos decíamos a coro: ¡CURA, CURA, CURA!
Tengo claro que la vocación tiene caminos insospechados. Y, si el Señor se valió de la indefinición de Martín para gritarle al oído: CURA, CURA, CURA. Y, si sus compañeros vieron (¿que verían?) gestos, actitudes, palabras que le identificaban a aquel chiquillo con ser CURA. El caso es que es verdad. El Señor le llamó y le confió una misión muy hermosa y el domingo celebrábamos 25 años de aquella entrega vocacional que Jesucristo hizo a Martín. ¡Qué maravilla esto de la vocación!
Y ahora las hierbas.
El día del CORPUS, mis queridas gentes acostumbran a alfombrar el pasillo de la iglesia con hierbas del campo o de los patios de las casas. En Gamonal pusieron romero y hierbabuena. El olor era tan agradable e intenso que duró varios días.
En El Casar de Talavera, no se quedaron atrás y pusieron romero, hinojo y zándalo (no es hierbabuena, cuidado; pero no sabría decirles como se llama en términos más generales. Es un nombre que le dan a esa hierba las gentes de El Casar) ¡Cómo olía la Iglesia al paso de su SEÑOR.
El domingo celebramos en su pueblo natal, Oropesa, los 25 años de sacerdocio de Martín, mi buen compañero, párroco de Navalcán y Parrillas. Al final de la misa salió una señora al atril y leyó un breve párrafo (¡qué pena que fuera tan breve!). Contó lo siguiente:
Fuimos juntos a la escuela y según hemos ido creciendo la vida nos ha puesto en lugares diferentes. Pero cuando hablábamos de lo que quería ser cada uno, unos y otros decíamos nuestras preferencias. El asunto es que cuando le preguntaban a Martín qué quería ser, él decía: ¡No sé! Y todos decíamos a coro: ¡CURA, CURA, CURA!
Tengo claro que la vocación tiene caminos insospechados. Y, si el Señor se valió de la indefinición de Martín para gritarle al oído: CURA, CURA, CURA. Y, si sus compañeros vieron (¿que verían?) gestos, actitudes, palabras que le identificaban a aquel chiquillo con ser CURA. El caso es que es verdad. El Señor le llamó y le confió una misión muy hermosa y el domingo celebrábamos 25 años de aquella entrega vocacional que Jesucristo hizo a Martín. ¡Qué maravilla esto de la vocación!
Y ahora las hierbas.
El día del CORPUS, mis queridas gentes acostumbran a alfombrar el pasillo de la iglesia con hierbas del campo o de los patios de las casas. En Gamonal pusieron romero y hierbabuena. El olor era tan agradable e intenso que duró varios días.
En El Casar de Talavera, no se quedaron atrás y pusieron romero, hinojo y zándalo (no es hierbabuena, cuidado; pero no sabría decirles como se llama en términos más generales. Es un nombre que le dan a esa hierba las gentes de El Casar) ¡Cómo olía la Iglesia al paso de su SEÑOR.
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