El jueves celebramos la fiesta del único sacerdote Jesucristo. Presidió la misa un buen compañero, Miguel. Nos contó varias historias. Pero una me pareció muy hermosa y muy clara para decirnos este misterio de nuestra fe.
Había una vez una familia grande. Los papás se iban haciendo mayores y el hijo mayor de doce hermanos se le ocurrió regalar algo al papá antes de quie llegara la hora de despedirse.
Se puso a pensar y le pareció que un anillo era lo mejor. Pero no quería que fuese de él sólo. Todos sus hermanos habían de estar presentes en el regalo.
Cogió la tarjeta de felicitación y se la fue pasando a todos y allí quedaron unas palabras de cariño y la firma de cada uno de ellos.
Llegado el día el hermano mayor le presentó al padre el regalo con la tarjeta formada por todos.
El hermano mayor quedó feliz y dichoso. Su mayor alegría lo que conmovía su corazón era que todos los hermanos estuvieran unidos con el padre.
Así es Jesús sacerdote. Él ha pagado el regalo pero es regalo de todos los hermanos. Un regalo mucho más hermoso que un anillo. Es el mismo Jesús.
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