ë Venía de Toledo y al dejar atrás Layos, quedé
detrás de un camión con un tremendo volquete.
Íbamos despacio y el camión dio intermitente a la izquierda. Se apartaba y
no veía lo que venía y me pareció una maniobra extraña. Pero enseguida descubrí
lo que era. Un perro canela, con la boca abierta, la lengua fuera, el rabo
entre las piernas y avanzando por el arcén. Parecía que regresaba a casa con
ansia.
Me pareció un gesto plenamente humano el cuidado que el camionero tuvo en no
atropellar ni asustar al perro perdido.
ë Un día de esta otoñada, volvía de Toledo. La
carretera cruza el pueblo y con las lluvias se forma charco junto al badén frente
a la ermita. Eran las dos de la tarde y el tiempo se había templado. Seguro que
el charco grandote se había calentado y el agua hasta estaba agradable. Dos
pardales se bañaban como dos niños pequeños que chapotean en su piscina de
goma.
En medio del asfalto la canción de la vida: el aseo dos gorriones.
ë No sé si algún año os lo he contado. Es que me
conmueven las moscas de octubre. ¡Pobres! Uno en su humanidad, somos animales
más complejos, se da cuenta que están en su último día de vida. A poco que te
descuidas entran en la casa y son un poco tormentosas porque no te dejan en
paz. Claro, se acercan al animal que les da calor.
Este año de nuevo las moscas a mi alrededor. Alguno de los lectores me
dirá: pues dales un manotazo y se acabó. Pero no, no les doy un manotazo, aguanto
su pesadez uniéndome a su pequeña vida animal apenas de unos meses, cuando
están con el vuelo pesado y el instinto casi, casi, perdido.
1 comentario:
que bonito... nos ha encantado... un abrazo fuerte... :)
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