miércoles, 22 de octubre de 2014

320. GIMNASTA


Hace unos días estuve en Madrid. Tenía unos recados (diligencias o mandados) para la parroquia. También quería ver una película. Comí a gusto un buen plato de pollo al ajillo y me fui al parque a leer el periódico mientras llegaba la hora del cine.

Busqué una buena sombra, ¡nada menos que un ciprés! en un banco en el parque. Pasaban muchos turistas, pero me concentré en la lectura.

Una de las veces que levanté la mirada en un banco casi enfrente, una señora mayor (pelo blanco, chaqueta de paño, pañuelo granate al cuello, pantalones burdeos) balanceaba su pierna derecha adelante y atrás apoyada con la mano del mismo lado en el respaldo del banco de parque… Me fijé en lo que veía y seguí con mi lectura.

Pero ya de vez en cuando levantaba la cabeza para ver cómo seguía. Y era una rutina de gimnasia en el parque. Detrás del banco había un escalón y subía-bajaba primero el pie derecho, luego el izquierdo…

Antes de marchar. Me acerqué a preguntarle la hora, no me había traído el reloj y espontáneamente me salió un ¡Felicidades, por saberse cuidar! Ella me respondió que lo hacía todos los días y que era muy beneficioso. Ella tenía ganas de hablar, pero no me quería entretener.

Luego, no fui al cine. Me marché a casa despacio y con buena música en el coche. Y es que saber cuidarse es una asignatura de la cual no hay otra evaluación que los huesos que se atornillan cuando no somos valientes para meter en nuestro horario diario un rato para estar a punto.

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