En la piscina casi todos habían marchado. Quedaba la pandilla de 10 años
que como todo el mundo sabe comen poco y no se cansan nunca.
En el centro estaba el papá y la hija, una joven de unos treinta años
con capacidades diferentes en el habla, en la
movilidad,… Ella disfrutaba saltando y el papá la sostenía ipor detrás
para que ella pudiera ver al frente y se mantuviese erguida. Ella se cansaba
del juego y tendía a marchar hacia donde estaba la mamá. El papá la sujetaba un
poco para que estuviera en la piscina todo el tiempo posible porque eso le
hacía mucho bien.
Por fin salieron, la mamá les esperaba al borde con la toalla. Quizá
ella ya no podía hacerse con el peso de la joven. Vino una hermana y los cuatro
se dispusieron a hacer unos cuantos ejercicios de estiramiento de la columna.
La gente que los conoce y los quiere, me dicen: Esos padres son unos luchadores.
Creo que así es Dios y así se nos manifiesta en Jesucristo. Es un Dios
cercano que nos enseña a caminar y como a veces tenemos dificultades nos sujeta
casi sin darnos cuenta para seamos nosotros los que echemos el paso y nos afiancemos
en el reto de vivir.
Él cuida nuestros pasos vacilantes y nos espera con la toalla no vayamos
a resfriarnos. Él es esa mamá que no pierde detalle de lo que pasa en la
piscina con su marido y su hija.
Es el Dios cercano de Jesús que envió a si Hijo para que encarnándose
pudiera aprender él nuestras pobres y pequeñas rutinas y así encaminarnos en
una vida esperanza y gozo.
Cuando les veía brotaba de mi corazón el sentimiento de adoración porque
tenía la certeza de estar muy cerca de Dios.
Aquí os dejo con un poema de estos días.
CENIZA
El viento de altura ha bebido ceniza
y ha dejado polvorientas las montañas.
¿Dónde están los filos de los colmillos?
¿Dónde los rayones verdes
por los que se despeña el agua?
Los garabatos de la nieve han perdido la
sorpresa
y al nevero anciano le queda su barba larga
y sucia.
Más arriba se alza un picacho
que se ha comido un golpe de sol
y se ha vuelto arrogante.
Abajo en la tarde del valle
el pequeño pensante peregrino
hace ofrenda de su querencia y su querer.
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