domingo, 12 de julio de 2015

345. APOTEGMAS


Ésta es una palabra griega que se coló en el castellano de la mano del latín. Significa dicho breve y sentencioso. Literalmente: VOZ BIEN PRONUNCIADA.

Y esto viene a que de los sabios de nuestra historia, los discípulos han conservado apotegmas para poder memorizar y poder saborear a lo largo de la jornada, su sabiduría.

Los primeros cristianos conservaron en libros diversos dichos y anécdotas de los padres del desierto. Éstos eran cristianos que se marchaban del ruido del mundo para estar profundamente unidos al Señor y a la oración.

Son pequeñas cosas que nos hacen pensar, incluso cambiar, ver las cosas de otro modo.

Aquí os traigo dos de ellos de mis ratos de lectura y oración.

            DOROTEO DE GAZA. Monje de Palestina de principios del s. VI.

Hay otras personas que tienen un temperamento que todo lo transforman en buenos humores, incluso los malos alimentos... Los cerdos tienen una fuerte constitución: comen ajos, el hueso de los dátiles y los desperdicios de las comidas. Y, sin embargo, transforman estos alimentos en carnes suculentas. Nosotros igualmente, si tenemos buenas costumbres y nuestra alma está en buen estado, podemos sacar provecho de todo, incluso de aquello que no es aprovechable.

He oído decir de un hermano que, si yendo a ver a otro encuentra su celda dejada y en desorden, se dice para sí mismo: ¡Cuán dichoso es este hermano de estar completamente desasido de las cosas terrestres y de llevar su espíritu siempre en lo alto, que no tiene ni tan sólo el placer de arreglar su celda! Si a continuación va a la celda de otro hermano y la encuentra arreglada, limpia y en orden, se dice: ¡La celda de este hermano está tan limpia como su alma. El estado de su celda corresponde al estado de su alma! Jamás dice de ninguno: Éste es desordenado o bien: Éste es frívolo. Gracias a su excelente estado saca siempre provecho de todo.

Que Dios, en su gran bondad, nos dé, a nosotros también, un buen estado interior para que podamos aprovecharnos de todo y jamás pensemos mal del prójimo. Si nuestra malicia nos inspira malos juicios o sospechas, ¡transformémoslas rápidamente en buenos pensamientos! Puesto que no ver el mal del prójimo, con la ayuda de Dios, engendra bondad.

SÍSOES DE EGIPTO. Ermitaño murió en el 429.

Un hermano que había sido insultado por otro hermano, acudió al abad Sísoes de Tebas y le dijo: Ese hermano me ha insultado y quiero vengarme. El anciano le rogaba: No, hijo. Deja en manos de Dios la venganza. Pero el otro decía: No descansaré hasta que me haya vengado yo mismo. El anciano insistió: Hermano, hagamos oración. Y el anciano puesto en pie añadió: Dios mío, ya no necesitamos que te ocupes de nosotros, pues nos vengamos nosotros mismos. Al oír esto el hermano se echó a los pies del anciano y le dijo: Ya no tengo nada contra aquel hermano. ¡Por favor, Padre, perdóname!

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