La capucha de los monjes, como es de entender no es un adorno, tiene
utilidad. Por supuesto si están trabajando en el campo o en el taller y hace
mucho frío, allá va la capucha o sol desconsiderado.
Pero no sólo tiene una utilidad laboral-ambiental. Cuando están cantando en
el coro o en cualquier celebración litúrgica, nadie tiene la capucha puesta. La oración de comunicación cara a cara.
Sin embargo, cuando van en grupo por los pasillos la llevan echada. Y aún más,
cuando hacen oración personal. No todos se la ponen. Pero es muy hermoso ver la
figura ensimismada, centrada en la oración, alejada de las perturbaciones.
No distraerse para estar con el Señor evitando la dispersión de los
sentidos ubicados en nuestra cara y cabeza: vista, oído, voz, quizá también
olfato.
Pero más difícil es la distracción interior que sólo puede ser vencida si nos damos cuenta y nos aplicamos a ello.
El asunto es que es un modo de aislarse cuando no tienen que estar en
comunicación como grupo de hermanos y ese equilibrio entre la comunicación y el
aislamiento creo yo que es uno de los regalos que nos ofrece el testimonio de
los monjes cistercienses.
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