domingo, 24 de agosto de 2014

315. MONJES

Ese verano he ido con cierta frecuencia a un monasterio del Císter para hacer un par de días de retiro: San Pedro de Cardeña. Aquí os voy contando impresiones y transmitiendo mensajes.

A media voz. Llama la atención la forma de cantar a media voz o a voz sin forzar, que tienen los monjes. Si lo piensas un poco te darás cuenta que ellos pasan varias horas al día cantando y sería imposible trabajo si lo hicieran forzando la voz. He echado un cálculo y vienen siendo entre tres horas y media y cuatro… todos los días, entre las cinco de la mañana que empieza la oración y las diez de la noche que termina.

A la vez que tiene un efecto terapéutico sobre las cuerdas vocales tiene otros aspectos importantes. Al no forzar la voz, puedes modular mejor, aunque las melodías son en extremo sencillas. Al no forzar la voz, das un modelo a los demás que se acercan a cantar. Es más, invita a cantar aún más bajo al que participa para oír bien el canto de los monjes y no extraviarse. Al no forzar la voz, se produce un efecto muy hermoso en la iglesia gótica cisterciense: parece que las voces vienen de allá lejos, de los cimientos y se elevan como lucecitas hasta las bóvedas más altas.

Pero todo eso es posible porque cantan al unísono: todos a una o a dos coros, siempre en grupo, guiados por el salmista o el antifonista.

Al quite. La organización de la vida monástica es ejemplar (aunque si se descuidan un poco caen en el puntillismo): para cada tarea hay un responsable que la ha de llevar a cabo sin dependencias. Pero me he fijado que los demás están al quite. Es una fórmula de colaboración estupenda porque en el fondo se trata de tener como propia la tarea de todos aunque respetando el modo de hacer de dada uno. Claro está el modo de hacer debe ser sin muchas excepciones o personalismos porque las tareas son muy precisas y además afectan al común. Y no solo eso, sino que son intercambiables. La tarea que hoy te toca a ti, por ejemplo portero, le puede tocar a otro monje durante otra temporada.

Sombras blancas. Uno de los momentos más conseguidos en la vida del monasterio es el Oficio de Completas. O sea, la oración comunitaria antes de dormir. Hay una procesión de entrada y otra de salida con el mismo orden. Primero, va el abad, luego, el prior. Y luego, los demás monjes por orden de edad. Todos en fila detrás del abad. Es muy hermoso porque es el abad el que va guiando en la noche a la comunidad, con cautela, con firmeza, con orientación.

La Iglesia gótica clara, en penumbra. Se oye un rumor de la tela gruesa de las cogullas producido por el movimiento de los monjes que caminan sin hacer ruido. No se oye ni una pisada. Esta procesión que viene de atrás de la iglesia y llega hasta los sitiales del coro al final del ábside es de una profunda belleza por su expresividad muy sencilla. Sombras blancas avanzan en silencio, se nos acercan en fila, llegan hasta el coro y con profunda reverencia despiden el día en presencia del Señor y con su perdón y bendición.

Al final se apagan todas las luces, excepto la que ilumina la imagen de la Virgen María y cantan en gregoriano la salve en una melodía arcaica, templada, envolvente y espiritual. Luego suena la campana, último sonido antes del sueño.

No hay comentarios: