Me gusta el cine y me gusta la TV. De vez en cuando voy al cine. La TV casi
no la veo porque no me gusta lo que hay, aparte noticias, claro.
Pero los domingos por la noche es tiempo de silencio y descanso y me asomo
a algún canal. En uno de ellos y, sin cortes, pasan una serie de comisario de
policía. Os diré que si la serie es de EEUU, no la pongo, porque no me gusta
tanto desperdicio de tomate.
Una de las series es italiana, la otra es alemana y la otra es sueca. Actualmente
vero la italiana. Se trata de un comisario joven del que el médico forense, ya
mayor, se ríe por novato y lo insulta pero éste lleva con una frialdad los
derrotes que es de admirar. En general estas serie conforman un buen libro de
ética social y de formación de la conciencia a través de la serie.
Al proponer conductas que-no-deben-ser, se cuenta cómo es la vida. Por
ejemplo cómo es la sala del alcalde en el ayuntamiento. El contraste con la
vivienda de una madre soltera y
prostituta de la periferia. La casita del campesino en el cerro y la casita
junto a la playa de los amigos.
Como lo vocacional está presente en mis ojos, advierto el tema. Hace unas
semanas ocurría algo que no es excepcional, pero que estaba interpretado al
modo vocacional. El comisario joven tenía novia. Ésta le requería y se quejaba
que siempre le tocaba esperar. En una de estas el buen comisario persiguiendo
delincuentes se olvidó de una cena prometida a la novia. No la volvió a ver. Al
cabo del tiempo vio a la antigua novia besándose con otro muchacho en la
terraza de un bar.
Entre los valores que representa el comisario, el trabajo está por encima de
la relación de pareja, se entrega apasionadamente a su trabajo, le fascina.
Creo que el protagonista no sabe hacerlo de otra manera y la novia no entiende
este trabajo.
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