domingo, 15 de junio de 2014

309. EN EL CORAZÓN DEL SACERDOTE



No se trata de saber qué piensa el cura sobre lo divino y lo humano o sus sentimientos sobre cómo lleva la soledad. No. Es más bien su alma de cura y muy en concreto el espíritu sacerdotal del cura. No sé si me explico. Con tres metáforas voy a ver si os lo sé contar.

TRATAR CON NOMBRES. Una de las tareas del cura de pueblo es la de la gestión de la oficina parroquial. En las parroquias grandotas tienen personal de secretaría. En las parroquias pequeñas como a mí me gustan, el cura es el oficinista también. Entre las tareas del despacho parroquial está la de inscribir en los libros la recepción der algunos sacramentos como el matrimonio o el bautismo y hacer copia para enviarla al archivo del obispado. Esta copia es una seguridad para el cristiano que si lo necesita encuentra a buen recaudo ese documento.

A algún compañero cura-rural, no le gusta esta tarea y suele protestar sobre cómo se pierde el tiempo con estas cosas. Incluso no envía las copias al obispado…

Un compañero mayor comenta pacientemente y con cierta ironía: Ten en cuenta muchacho que tratas con nombres propios. Es la materia con la que trabajas. Tú tienes relación con nombres propios y es más importante que si te pusieras a componer un soneto.

CUBO DE BASURA. Benito, el amigo psiquiatra me cuenta que su trabajo y el mío es parecido porque él trabaja con las enfermedades de la mente y yo con las del alma…  Pero la verdad es que conozco muchas historias inacabadas, de resentimiento y odio, de venganzas y crueldad, de maltrato y crimen. También de traición y ofensa. Éstas al involucrar el daño en la propia vida a veces se me hacen difíciles y cuando voy a la oración se lo cuento a Jesús.

Pero nunca he sentido deseos de venganza ante el Señor. Es como si el Señor me dijera: Bueno, dime que hago… Y yo le digo: Ten piedad de nosotros, ten misericordia y se lo repito mirando mi propio corazón.

De ese modo y poco a poco he ido comprendiendo y haciendo carne la compasión de Jesús y su Corazón, lleno de amor.

Un compañero con el que me confieso me dice: Es que el cura es como un cubo de basura. Tiene que recoger todos los desperdicios y cambiarlos por una túnica blanca. Es como Jesús que cargó con todas nuestras suciedades para que nosotros fuéramos de nuevo inocentes.

LA SILLA. En el corazón del sacerdote hay cansancio muchos días. El lunes pasado me fui al bosque, estaba fresquito. No llevé la cámara de fotos, ni el radio para la música, ni un papel para escribir versos, ni el libro de rezar. Sólo me llevé una silla. La acomodé, cerré los ojos y allí me estuve.

Escuchaba lo que pasaba. Estaba sólo en el bosque. A veces sonaba el cantico de los pájaros. A veces la brisa sonaba intensa, otras suave. Pero siempre sin perder un segundo, sonaba el agua del arroyo entre las piedras y allí me estaba.

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