lunes, 28 de abril de 2014

304. MÚSICA EN LA MEMORIA



Esta Semana Santa y la octava de Pascua la he pasado con una música en la memoria. Se trata del salmo 88. En concreto, el verso que todos cantamos cada año en la misa crismal: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Os contaré que el Señor me dado un buen oído que capta con facilidad la música, pero también, unos canales ágiles para conducirla a la memoria. Hay músicas que se pegan más que otras. Creo que depende de cada uno, de su forma de ser y de sentir. Pero, ¿qué hace que una determinada melodía salga del almacén y venga una y otra vez a la conciencia y a la conciencia cantora? Creo que la atención que pones y la emoción que pones son importantes para la memoria.

Cuando era seminarista tuvimos un año en que en vez de estudiar lo dedicábamos a formarnos en la vida espiritual, aclarar si seguíamos hacia el sacerdocio y a trabajar, porque ese año no teníamos becas. Me tocó ir a una fábrica de puertas y ventanas (Industrias Sabater en Tortosa). Era una cadena integrada. Los troncos de los árboles entraban a una máquina y cuando subía la fenwikc al almacén iban transformados en puertas indeformables de varios tamaños y ventanas de muchos tipos diferentes.

En esa cadena estuve varios meses en la máquina encoladora. Se trataba de dos rodillos encolados a través de los cuales entraban las planchas de madera que iban a formar las dos caras de la puerta. El obrero, es el trabajo que me tocaba, ponía las planchas a la altura de los rodillos y éstos las hacían pasar por el pegamento. Una vez encoladas, al otro lado de la máquina había otro compañero (a quien no veía) que colocaba la armadura y el soporte de las dos planchas y las empujaba a la máquina que las pegaba a presión y al salir les cortaba los sobrantes de los lados más largos de la puerta.

Aquel muchacho de 20 años se pasaba horas y horas solo en el trabajo. Espontáneamente me ponía a cantar. No pasaba nada lo fuerte que cantara porque el ruido de las máquinas tapaba la canción o los gritos humanos.

Recuerdo que me ponía en la imaginación un libro de canciones folklóricas, religiosas, populares, etc. y una a una iba cantando las melodías aunque no siempre me acordaba de todas las letras y aunque muchas veces me detenía en alguna de ellas porque ese día me gustaba más.

En estos días, como os cuento, me ha pasado con ese verso hermoso del salmo 88. Me levantaba y me venía a la memoria, me ponía a rezar y me venía a la memoria, íbamos de procesión y me venía a la memoria, me ponía a fregar los platos y allí estaba la oración cantada. La he gozado de verdad.

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