Acaba de fallecer, no se llamaba Félix, pero
quiero salvaguardar la intimidad de su familia y de su parroquia. Tenía 42
años.
Llevaba varios grupos de catequesis, sobre todo
de la preparación a Confirmación. Era presidente de Cáritas y organizó y
animaba alguna cofradía de la parroquia. Pero en el pueblo era igual. No había
reunión, asociación, fiesta, que no tuviera la colaboración decidida de Félix.
Era un cristiano comunitario, me decía su amigo sacerdote.
Pero las cosas no fueron así en el principio.
Fue joven desastrado y desastroso. Había que
incitarle bien poco para que estuviera en botellones y borracheras. Pero ¿qué
llevaba por dentro?
Una noche, salió del bar trompicones. Todo le
iba mal. Fatal. Y se puso en medio de la carretera (muy transitada) de rodillas
y gritando: ¡Dios, llévame de una vez!
Providencialmente no pasó ni un coche en un buen rato.
Eso sí que hizo cambiar, a través de unos y
otros. Hizo cursillos de cristiandad y se obró la conversión. Dios sí se lo había
llevado por delante pero no para la otra vida, sino para ésta.
Fue un testigo de Cristo y del amor de Cristo
que perdona y rehace la vida.
Fue una muerte rápida, apenas quince días.
Declarado un tumor maligno, los médicos decidieron operar, pero antes de
hacerlo, falleció. En los últimos días decía: Gracias Señor, por haberme concedido estos años para hacer el bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario