Mi querido amigo:
Hace unos días me has escrito contándome que te encuentras en medio de la depresión y que te envíe palabras, algún consejo.
Sé que recurres a mí porque me tienes por amigo y sabes que hace años pasé por una dolorosa y prolongada depresión.
Y aquí me tienes, sin saber bien qué voy a decirte. Más bien diciéndote eso, que estoy aquí junto a ti, en el camino de la enfermedad.
En mi experiencia te diré, que lo que me causaba más dolor era verme atado a la enfermedad. Casi, casi, sin posibilidad de salir de ella. Temporada de calma dolorosa. Nada se mueve excepto ese subir y bajar a las profundidades de las aguas, de respirar un poco, apenas nada, y volver a la oscuridad. Desde ahí te diré que pasar por ese túnel oscuro tiene sentido.
Mira, mi amigo. Sólo quien pasa por la enfermedad prolongada llega a conocer que las cosas tienen su lado oscuro. Acostumbrado a vivir en la claridad, el ser humano, pierde el sentido de la oscuridad y todo, todo, vive en ese equilibrio de la luz y la oscuridad.
Es más, tú que conoces bien a san Juan de la Cruz, sabes que sólo en la noche se da “a la caza alcance”. Es decir, tienes la experiencia de lo que está al otro lado. La experiencia del Otro más otro. La experiencia de Dios.
Acurrúcate en la oscuridad. Es Dios que pasa. Es la Pascua de Dios, de un modo peculiar y singular, en tu vida. Él pone su mano sobre ti y te hace ofrenda agradable.
Pero además, cuando uno está en el dolor se hace más humano. Porque el dolor desenmascara. Cuántas vanidades llevamos colgadas de la solapa que no aguantan ni un dolor de muelas. Porque el dolor te hace comprensivo. Uno comienza a entender a los que se cansan y no puedemn caminar, a los que tropiezan. Los fallos humanos ya no parecen tan graves, sino un modo de afirmarse en la debilidad que todos somos, quizá en la posibilidad de ser. Porque el dolor implica un testimonio, eso sí silencioso.
Mantén la paz en el dolor, al estilo de san Francisco de Así. Mantén la cautela de la voluntad bien embridada, para que esta temporada de depresión se convierta en la clave y motor de la vida que no desperdicia ni un instante.
Hace unos días me has escrito contándome que te encuentras en medio de la depresión y que te envíe palabras, algún consejo.
Sé que recurres a mí porque me tienes por amigo y sabes que hace años pasé por una dolorosa y prolongada depresión.
Y aquí me tienes, sin saber bien qué voy a decirte. Más bien diciéndote eso, que estoy aquí junto a ti, en el camino de la enfermedad.
En mi experiencia te diré, que lo que me causaba más dolor era verme atado a la enfermedad. Casi, casi, sin posibilidad de salir de ella. Temporada de calma dolorosa. Nada se mueve excepto ese subir y bajar a las profundidades de las aguas, de respirar un poco, apenas nada, y volver a la oscuridad. Desde ahí te diré que pasar por ese túnel oscuro tiene sentido.
Mira, mi amigo. Sólo quien pasa por la enfermedad prolongada llega a conocer que las cosas tienen su lado oscuro. Acostumbrado a vivir en la claridad, el ser humano, pierde el sentido de la oscuridad y todo, todo, vive en ese equilibrio de la luz y la oscuridad.
Es más, tú que conoces bien a san Juan de la Cruz, sabes que sólo en la noche se da “a la caza alcance”. Es decir, tienes la experiencia de lo que está al otro lado. La experiencia del Otro más otro. La experiencia de Dios.
Acurrúcate en la oscuridad. Es Dios que pasa. Es la Pascua de Dios, de un modo peculiar y singular, en tu vida. Él pone su mano sobre ti y te hace ofrenda agradable.
Pero además, cuando uno está en el dolor se hace más humano. Porque el dolor desenmascara. Cuántas vanidades llevamos colgadas de la solapa que no aguantan ni un dolor de muelas. Porque el dolor te hace comprensivo. Uno comienza a entender a los que se cansan y no puedemn caminar, a los que tropiezan. Los fallos humanos ya no parecen tan graves, sino un modo de afirmarse en la debilidad que todos somos, quizá en la posibilidad de ser. Porque el dolor implica un testimonio, eso sí silencioso.
Mantén la paz en el dolor, al estilo de san Francisco de Así. Mantén la cautela de la voluntad bien embridada, para que esta temporada de depresión se convierta en la clave y motor de la vida que no desperdicia ni un instante.
Y recuerda que todo don consiste en una gratitud. La vida consiste en TENER GANAS DE VIVIR.
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