domingo, 15 de marzo de 2015

334. GENTE SANTA


Que vivimos rodeados de santos, no me cabe duda. Claro que no llevan corona, no se les ve resplandores ni llevan túnica hasta el suelo bordada en oro. Hay que descubrirlos por sus obras.
Hace tiempo se presentó una señora mayor que conocía. Venía a misa los domingos y siempre que podía (ya os diré sus quehaceres) se confesaba y me consultaba sus asuntos.
El día que vino fue después de un tiempo sin verla. La había visto el domingo anterior muy demacrada, unas ojeras profundas, la cara pálida y había adelgazado. Se lo comenté y me dijo que había estado quince días en el hospital. Había tenido un dolor en el estómago y le habían llevado a urgencias y la habían ingresado.
En unos días la iban a operar. Una operación delicada. Para ello me pedía el sacramento de la Unción de Enfermos. Le propuse hacerlo en la misa diaria al día siguiente y a ella le pareció bien.
Le di ánimos desde la fe. Ella me dijo que estaba serena aunque algo preocupada por lo que dejaba, si moría. Lo que dejaba era un hijo ya mayor discapacitado que estaba a su cuidado ¡Esa era su única preocupación! ¿Quién se haría cargo de su hijo? Y eso la sumía en tristeza.
Ya veis. Santa porque vive y practica su fe. Santa porque pide el auxilio de los sacramentos en los momentos críticos de su vida. Santa, porque su única preocupación en el dolor y a la hora de la muerte es quien se hará cargo de su hijo al que ha cuidado con todo cariño y sabiduría durante su vida.

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