Lo primero es pediros disculpas
porque hace un mes que no escribo en el blog. En mi descarga y para vuestra
sentencia absolutoria sobre mí, os diré que he estado con gripe. Esa gripe de
este año que no termina de marcharse (como el frío). Fiebre, cama, antibióticos,
areosoles,… mucha tos y bastante afonía. Ya pasó.
Y por esta tierra a medio camino
entre los Montes de Toledo y la ciudad ya llegó la primavera. Lo primero, que
se deja ver son esas flores amarillas que parecen un milagro en medio de las
tierras yertas: cunetas, rotondas, alrededor del olivo,…
Luego, vienen los brotes de la
cebada y el trigo y en este momento, seis de la tarde, tapizan minuciosamente
todo el terreno. Parece que no hubiera tierra sino una alfombra viva, apretada,
ajustada a todos los límites del campo. Es brillante, pero no como las cruces
que anuncian una farmacia. Este brillo es más humilde.
Luego vienen los almendros. Ahí
estamos.
En los ribazos, en las cercas,
bordeando los charcos, resurgiendo como burbujas prietas en medio de los
campos,… No dan fruto estas primeras flores sin hojas, pero perfuman el
ambiente casi, casi dolorosamente.
Y termino. Le dedico estas palabras a una buena
amiga que pasa los inviernos fatal, dice que por la falta de luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario