domingo, 25 de diciembre de 2011

219. THE ARTIST



A veces me pasa. Sobre todo cuando me encuentro metido en una obra de arte: una buena película, un cuadro, un soneto, unos versos del profeta Isaías... Hoy me ha pasado.

Y lo que pasa es que sin darme cuenta (es como una intervención indolora e inconsciente), de pronto, la mirada comienza a fijarse en las cosas pequeñas porque le atrae su pureza, su ternura, su fragilidad. De pronto, estoy saboreando unos olores que me habían pasado desapercibidos o, siento, profundamente que mi cuerpo está en calma. Hoy he tenido una de esas ráfagas.

He ido al cine y allí THE ARTIST me ha atraído hasta el punto que no te das cuenta ni del tiempo, ni de si hace calor o frío o estás acompañado o solo. Ya tengo sesenta y tres años y he visto muchas pelis y me he emocionado en algunas. Hoy la película me ha vuelto a emocionar. El arte tiene ese carácter. Se infiltra en el alma hasta tocar una de esas fibras vivas mientras estamos vivos que nos estremecen.

He pasado por el fracaso en la vida, como el protagonista y como el protagonista me he sentido hundido, no en arenas movedizas, sino en aguas profundas de las que difícilmente podía desasirme. Era como estar atrapado, estar atado.

Al protagonista le pasaron dos cosas (suelen ir juntas): una, le cambiaron el mundo (un actor de cine mudo se enfrenta al cine sonoro); otra, junto al vacío, el orgullo que no te deja reaccionar. Es como si en dar el brazo a torcer y comenzar a aprender de nuevo, tuvieras que enterrar aquello que te ha ayudado a vivir durante muchos años.

Pero al igual que el protagonista la salvación viene de la ayuda incondicional del otro, de quien te quiere y te quiere ver sano. ¡He gozado un puyero (que diría un venezolano)!

La metáfora del silencio y el ruido; de la gente que habla y del que está mudo (grita y no se oye ni a sí mismo); al final la palabra que se hace carne por medio del baile (que anuda movimiento, ruido y música); del gozo de vivir; de una vida productiva y útil...

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