domingo, 18 de diciembre de 2011

218. AGUSTÍN



Esta semana murió Agustín, el primo hermano mayor de la familia de mi madre. Tenía 78 años así que nació en 1933. Años difíciles en España. Vivió su infancia durante la guerra civil y hasta 1940, siete años, no pudo ir a la escuela.

Lamentablemente, un accidente doloroso cambió su vida. A los trece – catorce años, se cayó de un árbol cuando estaba jugando con otros niños a coger nidos. Se hizo daño en la columna y le llevaron al hospital de san Carlos en Madrid. Allí le pusieron una escayola que le cubría todo el torso y eso le produjo soldadura en las vértebras de tal modo su espalda quedó rígida.

Padeció múltiples operaciones en su juventud. Muchos días solitario en las naves del hospital inhóspitas. Consiguieron darle una mínima movilidad que le permitió poder caminar a pasitos, casi sin levantar los pies del suelo, con las dos muletas. Y así toda su vida.

Tenía una voluntad férrea y muchos sentimientos enconados. Nunca quiso perderse nada de lo que le rodeaba a pesar de sus limitaciones. Sus padres, sus hermanos Pilar y Ángel, sus tíos, hicieron todo lo que humanamente podían por él en aquellos tiempos. Así pasó la juventud.

Ya adulto, alrededor de los cuarenta años entró como auxiliar administrativo en el ayuntamiento de Yébenes hasta su jubilación. Ese fue sin duda uno de los momentos de su vida más intensos, por su trabajo profesional y por la relación con mucha gente.

Pero creo que el momento más amable y dichoso de la vida fue la llegada de los sobrinos. Le veía jugar con ellos, prepararles los regalos, sonreír y reír. Contar sus aventuras y sus pequeños pasos.

Cuando fallecieron sus padres y se jubiló en el trabajo hicieron obras en la casa familiar. Ángel y Mariví que viven en Madrid atendiendo a sus hijos y nietos, hicieron su casa sobre la suya y de Pilar. Así unidos en medio de las distancias de la vida y el dolor de su enfermedad.

Siempre hubo un canario en su habitación, fue la compañía ininterrumpida de su vida. Siempre saludaba y cantaba a quienes pasábamos un rato con él.

Era muy aficionado a la música. Tenía un buen equipo de audición y sus hermanos le regalaron discos y música abundante. Seguía la tradición de la familia. Su padre fue director de la banda de música de Yébenes. En las últimas conversaciones que tuve con él me decía que ya le aburrían las sinfonías largas, que prefería los conciertos concertantes de algún instrumento, sobre todo piano.

Todo lo que os he contado tiene sentido si también os hablo de Pilar, su hermana. Ella, soltera, es la que ha estado junto a Agustín toda su vida. Quien le ha cuidado hasta el detalle y hasta desfallecer. Ella es la que ha rezado todos los días por su hermano. Agustín murió en sus brazos.

Hoy, Agustín estará paseando por el cielo ¡cómo le gustaba pasear!, sin muletas. Estoy seguro que estará sorprendido de la bondad de Dios y de su misterio porque ha sufrido mucho en esta vida y tenía unas cuántas preguntas para Dios.
Agustín ha tenido una misión: despertar la fe en todos los que le rodeábamos porque sin esa mirada profunda y humana de la fe no hubiéramos podido beber con él el cáliz de los días, las horas, las noches.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jose Ramon en la vida de Agustin tambien teneis un hueco la familia y los vecinos q tanto habeis ayudado a Agustin.

Un fuerte abrazo, paz y bien Miguel Angel